Necesidades de agua del olivo

Riego del olivo

El riego del olivo protege contra el riesgo de sequía. Favorece la posibilidad de excelentes cosechas. Minimizar el fenómeno de la vecería permite que los árboles produzcan al mismo tiempo tanto frutos como tallos (ramas) que llegarán a tener frutos al siguiente año. Mejorar la producción en cantidad y en calidad, en particular permitiendo al olivo producir un máximo de flores perfectas y garantizar que maduren los frutos. Que los fertilizantes estén a disposición del olivo, diluidos en el agua de riego y aplicados de manera muy precisa y directamente en la zona radicular. Acelerar el crecimiento de las plantas jóvenes y obtener una cosecha en 5 ó 6 años a diferencia de 10 a 15 cuando se dejan por sí solas.

El desafío consiste en proporcionar suficiente agua para que logren la máxima respiración, pero no debe regarse en exceso, ya que conduciría a problemas sanitarios, cosechas de baja calidad y desperdicio. La necesidad de agua del olivo representa la diferencia entre la precipitación efectiva y la evapo-transpiración potencial, es decir, el agua que cae del cielo y el agua que regresa a la atmósfera mediante le evaporación y la transpiración del cultivo. Por lo tanto, las aportaciones de agua deben programarse según la cantidad de lluvia que cae, la temperatura del aire, la radiación solar, la capacidad de retención del suelo y los períodos críticos del olivo en cuanto a necesidades de agua. La última tecnología de sensores de humedad Watermark, nos brinda información muy precisa sobre las cantidades de agua disponibles en el suelo.

Las necesidades de agua del olivo son particularmente importantes en la primavera, durante el periodo de prefloración, y en septiembre y octubre, durante el periodo de cuajado del fruto. Entre la maduración de los frutos y el desarrollo del hueso de la aceituna, esto es, de mediados de julio a mediados de agosto, deben reducirse las aportaciones de agua al olivo para evitar que las aceitunas tengan huesos grandes.

El método de riego que mejor se adapta a los olivares es el sistema de riego por goteo o gota a gota. Cada gota que sale del emisor se absorbe inmediatamente en el suelo, para formar siempre, en el mismo lugar, un bulbo húmedo en el suelo del cual las raíces del olivo pueden absorber agua para su desarrollo. La solución ideal sería 4 emisores del tipo caudal constante (para cualquier presión entre 1 y 3 bar) por olivo maduro, con caudales que varían entre 1 y 4 litros/hora.

Además posibilita la aplicación de fertilizantes líquidos compuestos y directamente absorbibles por los cultivos. Los productos químicos utilizados son: ácido nítrico, nitrato de amonio, ácido fosfórico, fosfato monopotásico, nitrato de potasio, y nitrato de calcio.
Algunos productos contienen también microelementos como sulfato de magnesio o nitrato de magnesio.

Algunas variedades de olivo toleran el riego con aguas salinas

Científicos del Departamento de Agronomía de la Universidad de Córdoba han podido concluir que no hay diferencia ni en el crecimiento del olivo de variedades habituales como la Picual, ni en la producción, ni en el tamaño o calidad de fruto entre un olivo regado con agua salina y otro que no, tolerando hasta 6,5 g de sal por litro de agua.

Este hallazgo amplía las posibilidades de riego de los agricultores que se dedican al olivo, ya que las aguas salinas, frecuentes en tierras de pocas lluvias, en general no son beneficiosas para los cultivos ni aptas para el consumo humano.

Además los investigadores averiguaron que los olivos en general son bastante tolerantes al cloruro, pero no así al sodio. Para evitar el efecto pernicioso del sodio sobre una plantación de olivos, hay que añadir calcio al agua de riego, ya que el calcio retiene el sodio en las raíces impidiendo que pase a la planta aérea y evitando así su toxicidad.