Envases comestibles

Publicado el 31 de enero del 2020 en la categoría Producción agrícola

envoltorios comestibles

Garantizar la alimentación en todo el mundo no es un problema de producción sino de distribución a tiempo. Aproximadamente una tercera parte de los alimentos se echan a perder y se tiran a la basura, principalmente los más perecederos como frutas y verduras.

1.400 millones de toneladas de comida fresca, en torno al 40% de los alimentos cultivados, se tiran cada año por no llegar a los consumidores finales en perfectas condiciones. En la Unión Europea la cifra ronda los 100 millones de toneladas, con una pérdida económica de más de 120.000 millones de euros. Y la mitad de estas pérdidas más o menos son frutas y verduras.

Envases comestibles para alargar la vida de los alimentos

Los envases comestibles deben estar avalados por la Autoridad Alimentaria Europea y consisten en una mezcla de monoacilglicéridos derivados de vegetales o animales. Son sustancias naturales similares a las que se generan durante la digestión de las grasas. La mezcla de polvo de acilglicérido con agua, se rocía sobre los frutos y se deja secar. La capa protege contra el oxígeno del aire y mantiene alejados a los microorganismos. La humedad y el dióxido de carbono permanecen en la fruta, que se conserva mucho más tiempo.

Es como una segunda piel, una cáscara que crea un microclima para cada pieza y que controla las causas por las que un alimento podría estropearse: la velocidad a la que pierde agua y el ritmo de entrada de oxígeno que provoca su oxidación.

Ejemplos de envoltorios comestibles protectores

Alimentos como el aguacate, los cítricos y las fresas, multiplican su caducidad por cuatro o por cinco gracias a su revestimiento con envases comestibles e incoloros. Estos envases son fabricados con materiales vegetales inocuos por una empresa americana.

Plátanos rociados con tratamientos específicos que usan materias primas naturales y aditivos alimentarios que no dejan residuos orgánicos, protegen contra las manchas y alargan la vida del fruto, evitando que se acumule fruta desechada en la cadena de producción y transporte.

En Valencia se están desarrollando protectores “bio”, productos líquidos que una vez aplicados sobre los alimentos, crean películas de proteínas, polisacáridos y lípidos que permiten controlar el peso y evitar la llegada de los hongos. Como si de un plástico se tratase, garantizan una menor pérdida de peso tras la cosecha, mejoran el aspecto y los protege frente al frío y el deterioro, alargando su vida.

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