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Agricultura y Riego

Remolacha azucarera

cultivo de remolacha con riego aspersión Pivot

La remolacha azucarera es una planta bianual que en la fase vegetativa (primer año) engrosa su raíz (para la obtención del azúcar) y durante el segundo año (fase reproductiva) genera una inflorescencia alargada y ramificada.

Para que ocurra la floración la planta requiere un periodo de vernalización. Aunque en algunos casos las plantas florecen durante el primer año, generando semillas que persistirán en el suelo (hasta 10 años o más). Son una fuente de infestación para años venideros.

La semilla puede ser monogermen, y producirá una sola planta por semilla, o ser multigermen, y en tal caso producirá más de una planta. La semilla monogermen genética ha supuesto una gran evolución para este cultivo, se comercializa pildorada, y consiste en un recubrimiento esférico de componentes inorgánicos que facilitan tanto la siembra de precisión como la incorporación de agentes de protección como fungicidas e insecticidas.

Una semilla monogermen de 4 años de edad tiene la misma capacidad o poder de germinación que una multigermen de 6 años y ronda aproximadamente el 70%, dependiendo de la calidad de la semilla y de las condiciones de germinación.

Las necesidades de agua de la remolacha son considerables, su superficie foliar puede considerarse como una de las más desarrolladas entre los diferentes cultivos y como la transpiración se realiza a través de las hojas, la planta expulsa cantidades muy importantes de agua que debe tomar previamente del suelo. Se estima que para producir 40 toneladas de raíz, el cultivo puede evaporar 7.000 metros cúbicos de agua por hectárea. La aplicación del agua mediante riego por aspersión es la más utilizada, debido a sus posibilidades en cuanto al manejo, automatización y control del mismo, así como a los buenos resultados obtenidos, en particular mediante sistemas de riego Pivot.

En el cultivo de la remolacha azucarera es muy importante la intensidad de iluminación, que permite el buen ejercicio de la función clorofílica y condiciona la importancia de la elaboración del azúcar; requiere suelos francos, que no ofrezcan resistencia al crecimiento de la raíz, y se desarrolla bien en los suelos con un pH comprendido entre 8 y 8,5.

En relación al abonado, los fosfatos aumentan la superficie foliar, sin disminuir la capacidad de transporte de los azúcares, puesto que refuerzan el desarrollo de las células de los vasos conductores. Al mismo tiempo, actúan favorablemente en la formación de ciertos compuestos orgánicos muy complejos, que intervienen en la síntesis de la sacarosa. Si se emplea abono de cobertera y se aplica en dos veces, hay que cuidar que la segunda aplicación sea la de menor cantidad. Por cada 10 tm de remolacha, la extracción media de elementos fertilizantes es de 42 kg de N, 15 kg de P2O5 y 58 kg de K2O. Para una producción de 40 tm de raíz por ha se deben aplicar de 150 a 200 ud de N.

El fósforo y el potasio (no inferior a 150 ó 200 Ud de P2O5 por ha), deben ponerse al alcance de la raíz, y añadirse en el terreno antes de las labores profundas. También es importante añadir fósforo y potasio con las máquinas sembradoras que llevan abonadoras adicionales y entre los oligoelementos se debe prestar atención especial al boro.

En la remolacha azucarera que se siembra en otoño, es frecuente que las lluvias no caigan con la suficiente intensidad antes de la siembra y que sea necesario dar un riego de 60 a 80 l/m2 en septiembre. Este riego hace que nazcan las malas hierbas o las semillas que quedan en el suelo del cultivo anterior, lo que permite “matar la otoñada” o refriar la tierra. Después de sembrar se hace preciso dar un nuevo riego si las lluvias se retrasan, habiendo refriado la tierra anteriormente, no tiene que ser de gran cantidad de agua, sólo de 20-30 l/m2. Normalmente ya no hay que dar riegos hasta que llegue la primavera, salvo en casos excepcionales. En primavera se debe regar en cuanto se observen los primeros síntomas de falta de agua, es decir, cuando la remolacha empieza a “sestear”. Estos riegos deben ser de dosis bajas (35 l/m2), para evitar encharcamientos, que pueden causar rebrotes y originar enfermedades.  Se recomienda regar hasta el arranque.

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